El dilema digital: cómo el tiempo frente a la pantalla moldea el cerebro en desarrollo

Jul, 2024

Los niños de hoy crecen en un mundo cada vez más dominado por los medios digitales (DM), desde teléfonos inteligentes y tabletas hasta videojuegos y redes sociales. El niño estadounidense medio pasa casi 5 horas al día con estas tecnologías, además de las tareas escolares o los deberes. Es comprensible que este rápido aumento del uso de los medios digitales haya suscitado preocupación por sus posibles efectos en el cerebro en desarrollo de los jóvenes.

Un equipo de investigadores dirigido por Samson Nivins, del Karolinska Institutet de Suecia, trató de arrojar luz sobre esta cuestión acuciante. En un histórico estudio longitudinal publicado en la revista Scientific Reports, examinaron cómo los distintos tipos de uso de la DM -incluidas las redes sociales, los videojuegos y el visionado de televisión/vídeo- influyen en el desarrollo estructural de regiones cerebrales clave en niños durante un periodo de 4 años.

"El término general 'medios digitales' engloba una amplia gama de actividades, cada una de las cuales podría influir en el desarrollo cerebral de formas distintas", explica Nivins. "Por eso era importante para nosotros analizar estos elementos individualmente, en lugar de meterlos todos en el mismo saco".

Los investigadores extrajeron sus datos del estudio Adolescent Brain Cognitive Development (ABCD), un proyecto a gran escala y a largo plazo que realiza un seguimiento de más de 11.000 niños en Estados Unidos desde los 9-10 años hasta la adolescencia. A intervalos anuales, los niños informaron de su uso diario estimado de diversas actividades de DM. Cada dos años, también se sometieron a resonancias magnéticas (RM) para realizar un seguimiento de los cambios en su estructura cerebral a lo largo del tiempo.

Nivins y sus colegas centraron su análisis en tres regiones cerebrales clave: la corteza cerebral, el cuerpo estriado y el cerebelo. Se sabe que el córtex, que constituye la capa externa del cerebro, desempeña un papel crucial en funciones cognitivas superiores como la inteligencia. El cuerpo estriado interviene en el control motor, el aprendizaje y el procesamiento de recompensas. Y el cerebelo, tradicionalmente asociado a la coordinación del movimiento, se ha implicado más recientemente en una serie de procesos cognitivos y emocionales.

Sorprendentemente, los investigadores descubrieron que el uso general de DM no alteraba significativamente las trayectorias de desarrollo del córtex o el estriado. "Inicialmente planteamos la hipótesis de que ciertos tipos de medios digitales, como los videojuegos, podrían estar asociados con aumentos de la superficie cortical, que se ha relacionado con la inteligencia", dice Nivins. "Pero no fue así".

Sin embargo, el equipo observó algunos patrones interesantes en el cerebelo. Los niños que pasaban más tiempo utilizando las redes sociales mostraron una sutil disminución del volumen cerebeloso a lo largo del periodo de 4 años, y la tendencia de desarrollo se aceleró más tarde en la adolescencia. En cambio, los que dedicaban más tiempo a jugar a videojuegos mostraron un aumento pequeño pero estadísticamente significativo del volumen cerebeloso durante esta ventana crítica de maduración cerebral.

"El cerebelo es una región del cerebro especialmente sensible a las influencias ambientales, tanto durante el periodo prenatal como a lo largo de la infancia y la adolescencia", explica Nivins. "Así que tiene sentido que veamos algunos impactos allí, aunque los tamaños de los efectos generales fueran bastante pequeños".

Estos resultados plantean preguntas interesantes sobre los posibles mecanismos subyacentes a las asociaciones observadas. Una posibilidad es que las distracciones constantes y el cambio frecuente de tareas inherentes al uso de las redes sociales interrumpan los procesos naturales de poda y mielinización que tienen lugar en el cerebelo durante esta etapa de desarrollo. Por el contrario, la naturaleza más centrada y orientada a objetivos de los videojuegos puede proporcionar una estimulación cognitiva que favorezca el crecimiento del cerebelo.

"Por supuesto, se trata sólo de hipótesis en este momento", advierte Nivins. "Realmente necesitamos más investigación, especialmente estudios longitudinales con períodos de seguimiento aún más largos, para comprender plenamente las implicaciones a largo plazo de estas tendencias."

Otra consideración clave es la relevancia clínica de los tamaños de los efectos observados en este estudio. Aunque los investigadores hallaron asociaciones estadísticamente significativas entre el consumo de DM y el desarrollo cerebeloso, la magnitud real de estos efectos fue bastante pequeña: un cambio anual de sólo 0,05, que el equipo consideró "significativo" dado el potencial de acumulación a lo largo del tiempo.

"En el campo de la psicología y la neurociencia, hay un debate continuo sobre lo que constituye un tamaño del efecto verdaderamente significativo", explica Nivins. "Los puntos de referencia tradicionales propuestos por Cohen suelen criticarse por arbitrarios, y cada vez se reconoce más que los tamaños del efecto deben considerarse en su contexto."

Por ejemplo, incluso un pequeño efecto sobre algo como la atención podría tener importantes consecuencias en el mundo real si repercute en el rendimiento académico o el funcionamiento social de un niño a lo largo de su desarrollo. A la inversa, un efecto que parece bastante grande en el momento puede verse mitigado en última instancia por la habituación o por mecanismos compensatorios.

"Con el uso del DM, estamos hablando de un comportamiento cada vez más omnipresente en la infancia moderna", señala Nivins. "Así que incluso pequeños impactos en el cerebro podrían potencialmente acumularse para producir diferencias significativas a nivel individual".

Los investigadores también descubrieron que el nivel socioeconómico (NSE) desempeñaba un papel importante en el desarrollo del cerebro, ya que los niños procedentes de entornos con un NSE más bajo presentaban superficies corticales y volúmenes cerebelosos más pequeños que sus compañeros de NSE más alto. Esto coincide con un creciente número de investigaciones que demuestran la profunda influencia de los factores ambientales, como los ingresos familiares y la calidad del vecindario, en la maduración estructural y funcional del cerebro.

Curiosamente, el equipo no observó interacciones significativas entre el nivel socioeconómico, el uso de DM y el desarrollo cerebral. Esto sugiere que los efectos de los medios digitales fueron consistentes a través de líneas socioeconómicas, en lugar de ser amplificados o amortiguados por el contexto ambiental más amplio de un niño.

Del mismo modo, los investigadores no hallaron diferencias de sexo en las relaciones entre el uso de DM y la estructura cerebral. "Esto fue un poco sorprendente, dado que sabemos que los chicos y las chicas a menudo se relacionan con los medios digitales de maneras bastante diferentes", dice Nivins. "Pero parece que los mecanismos neuronales subyacentes pueden ser similares, al menos en lo que se refiere a las regiones cerebrales específicas que examinamos".

Una de las limitaciones del estudio es que se basa en los datos sobre el uso de la DM facilitados por los propios niños. Aunque investigaciones anteriores han demostrado que los adolescentes pueden proporcionar estimaciones razonablemente fiables de su propio tiempo frente a la pantalla, siempre existe la posibilidad de que se produzcan sesgos de recuerdo o inexactitudes. Los investigadores señalan que el tiempo frente a la pantalla declarado por los padres fue sistemáticamente inferior al declarado por los niños, lo que pone de manifiesto las dificultades para obtener mediciones precisas del comportamiento.

Además, las preguntas de la encuesta utilizada en el estudio ABCD no captaban ciertos matices, como el momento en que se utilizaba el DM (por ejemplo, de día o de noche) o los géneros específicos de videojuegos a los que se jugaba. Estos factores podrían influir en el desarrollo del cerebro de diferentes maneras.

"Tampoco pudimos analizar los posibles efectos interactivos del uso simultáneo de varios medios digitales", señala Nivins. "En el mundo real, los niños a menudo tienen teléfonos inteligentes, tabletas y consolas de juegos que compiten por su atención al mismo tiempo. Desentrañar esos complejos patrones de uso es un área importante para futuras investigaciones."

A pesar de estas limitaciones, el diseño longitudinal del estudio y el tamaño de la muestra, amplia y diversa, confieren un peso considerable a sus conclusiones. Y los investigadores esperan que su trabajo contribuya a estimular nuevas investigaciones en este ámbito del desarrollo infantil y adolescente, que evoluciona rápidamente.

"Está claro que los medios digitales forman parte de la vida de la mayoría de los jóvenes, para bien o para mal", afirma Nivins. "Como científicos, tenemos la responsabilidad de comprender cómo estas tecnologías están moldeando el cerebro y las capacidades cognitivas de la próxima generación. Sólo entonces podremos proporcionar a los padres, educadores y responsables políticos la orientación basada en pruebas que necesitan para garantizar que los niños están sacando el máximo provecho del mundo digital al tiempo que minimizan los riesgos."

En última instancia, la historia de los medios digitales y el desarrollo cerebral es compleja y no tiene respuestas fáciles. Pero estudios como este son pasos cruciales para desentrañar esa complejidad y trazar un camino que proteja el bienestar de los jóvenes de hoy.

 

Referencia(s)
  1. https://doi.org/10.1038/s41598-024-63566-y

 

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Sobre el autor

  • Dilruwan Herath

    Dilruwan Herath es un médico británico especializado en enfermedades infecciosas y ejecutivo médico farmacéutico con más de 25 años de experiencia. Como médico, se especializó en enfermedades infecciosas e inmunología, desarrollando una decidida orientación hacia el impacto en la salud pública. A lo largo de su carrera, el Dr. Herath ha desempeñado varias funciones de liderazgo médico de alto nivel en grandes empresas farmacéuticas mundiales, liderando cambios clínicos transformadores y garantizando el acceso a medicamentos innovadores. En la actualidad, es miembro experto de la Facultad de Medicina Farmacéutica en su Comité de Enfermedades Infecciosas y sigue asesorando a empresas de ciencias de la vida. Cuando no ejerce la medicina, al Dr. Herath le gusta pintar paisajes, los deportes de motor, la programación informática y pasar tiempo con su joven familia. Mantiene un ávido interés por la ciencia y la tecnología. Es EIC y fundador de DarkDrug.

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